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Una heroína en contra del cambio climático

Catalina Molina Bustamante es una visionaria y tiene la suerte de vivir su sueño a diario: proteger las ballenas y los delfines y garantizar la preservación de su ecosistema.

Diez años atrás un grupo de estudiantes se reunió con el fin de crear una fundación, de esas más de veinte personas, alrededor de cinco se mantienen al pie del cañón, entre ellas Catalina, quien funge hoy como directora de Fundación Keto, una organización dedicada a promover el uso responsable de los ecosistemas marino-costeros.

Al inicio Carolina, hoy bióloga graduada, vendió helados con sus compañeros para lograr pagar el papeleo legal de la creación de la Fundación. Actualmente su trabajo habla por sí solo y cuenta con el apoyo de Fundecooperación, en su labor en pro de los sistemas marinos.

“Los recursos siempre son limitados, por eso el día a día es buscar alianzas y gente interesada en lograr este impacto ambiental positivo. Mi proyecto participó en la convocatoria que realizó Fundecooperación y fue una de las iniciativas evaluadas para el Fondo de Adaptación y al ser aprobada entramos al programa país Adapta2+, lo que nos ha permitido ejecutar de forma concreta nuestras ideas”, comentó Catalina.

El acompañamiento logístico brindado por Fundecooperación, se une al apoyo financiero que recibió Catalina para su proyecto, pues la entidad le ha ofrecido también, capacitaciones para sacar adelante la iniciativa que lidera.

Hoy en día el proyecto “Construyendo Puentes hacia el Cambio Climático”, tiene en sus manos herramientas para poner en marcha acciones concretas, esto específicamente en Bahía Ballena, comunidad seleccionada por la Fundación Keto.

Algunas de las líneas de trabajo que se están ejecutando gracias al apoyo de Fundecooperación, son reforestación y restauración de costa, así como diseño de sistemas de colecta y distribución de agua de lluvia, esto para tener prototipos que capten lluvia que pueda utilizarse en actividades que no requieran agua potable.

Catalina recibió el galardón de la ONU: “Liderazgo Femenino en adaptación al Cambio climático”, esto a nivel latinoamericano. Para ella lo más satisfactorio de este logro, es el hecho de comprobar que se pueden llevar a cabo acciones concretas para enfrentar los desafíos ambientales que está viviendo el planeta.

El micro beneficio que emplea a la comunidad

Los Chacón Cubillo, dueños del Beneficio Ecológico Las Lajas en Sabanilla de Alajuela, llevaban varios años con una mala racha, sin poder sacar adelante a la familia y con los sueños de crear un micro beneficio y exportar café casi en el olvido.

La familia estaba casi en quiebra, habían tenido que vender parte del patrimonio familiar para poder subsistir. “Estábamos quebrados, no teníamos dinero y vendimos un pedazo del lote” contó don Oscar Chacón.

“Nosotros queríamos crear este proyecto del Beneficio para evolucionar, pero nadie nos quería prestar dinero, ya que no éramos sujetos de crédito para las entidades bancarias tradicionales. Simplemente no se les puede poner la misma camisa a todos, y eso era lo que pasaba. Los bancos no entendían nuestro negocio, no pasaban del escritorio y únicamente nos pedían miles de papeles, algo que no teníamos”, mencionó Francisca Cubillo.

Doña Francisca se empeñó en buscar soluciones de financiamiento diferentes y se encontró con el Crédito a la Medida de Fundecooperación.

“Literalmente Fundecooperación se puso las botas y se metió en la finca, eso nos sorprendió. Ellos querían entender nuestro negocio, saber cuál era la mejor manera de invertir el dinero, y nos ofrecieron el programa de Crédito a su Medida. Por todo esto nosotros vamos a estar agradecidos con “Funde” de por vida” como le dice doña Francisca.

El Beneficio Ecológico Las Lajas, que empezó con 2 personas, actualmente impacta a 20 familias, que dependen en su totalidad de la operación del beneficio; y tiene clientes en Taiwán, Corea del Sur, China, EEUU. Además, pasó de producir 60 fanegas al año a recolectar 5.500 fanegas al año.

“Imagínese ¡Cómo íbamos a vender tanto esfuerzo que hizo mi papá, que en paz descanse, con estas tierras!”, don Oscar.

Para esta familia hay un antes y después del crédito con Fundecooperación, ya que este proyecto existe gracias al apoyo que recibieron.

“Nosotros siempre vamos a estar agradecidos con Fundecooperación, porque ellos creyeron en nosotros, tuvieron una visión empresarial junto a nuestra familia(…) Y ahí recae todo, que uno hace hasta lo imposible por sacar a la familia adelante” dijo don Oscar.

Una huerta y el sueño de producir sin químicos

Su amor por la tierra y el hecho de verla producir gracias a su esfuerzo, son las principales razones que motivan a doña Isabel Batista Sandi, pues su mayor anhelo es ver crecer su huerta, ubicada en Lepanto de Puntarenas. Por eso, está enfocada en iniciar nuevos cultivos y sembrar aguacates es la idea que ha estado rondando su cabeza.

Doña Isabel vive en el terreno de su suegro y ahí cuenta con una tierra que decidió poner a producir hace aproximadamente dos años y que ha germinado gracias al apoyo de Fundecooperación. En ese espacio que representa pasión, esfuerzo y satisfacción, ella siembra tomates, chile dulce, cebollino, lechuga, mostaza y varias variedades de chile picante, entre muchos otros productos.

Una reserva cercana, en donde se hospedan turistas nacionales y extranjeros es su principal cliente, el lugar compra parte de su producción para brindar alimentación a los huéspedes. Asimismo, sus productos son famosos en la comunidad, por lo que sus vecinos son fieles compradores.

Fundecooperación llegó a su vida en el momento justo para trabajar la tierra. Los recursos a los que tiene acceso doña Isabel son escasos y está ubicada en una zona seca, donde llueve poco y hay escasez de agua.

“Yo no tengo dinero para invertir en insumos, semillas, el desarrollo del abono orgánico, en fin todo lo que se necesita. Fue por esto, que busqué apoyo en el Centro Agrícola y a través de ellos conocí a Fundecooperación y recibí recursos específicos para darle mantenimiento a mi huerta orgánica“, contó doña Isabel.

Malla plástica para proteger sus cultivos, piedra volcánica, herramientas y un tanque de almacenaje de agua para riego, vital en una zona tan seca, son parte de los recursos que ha recibido esta productora, a través del Centro Agrícola y gracias a Fundecooperación.

Cuando la Organización se acercó a conocer el proyecto de doña Isabel para valorar si era candidata para recibir apoyo mediante insumos, ella tenía un par de matas de chile y tomate. Tras este apoyo la huerta creció, amplió sus cultivos e incursionó en otros como las hortalizas, pues las nuevas condiciones lo permitían.

A futuro doña Isabel sueña con criar abejas en su pequeño emprendimiento y poder seguir ofreciendo a su comunidad productos 100% orgánicos, cultivados con pasión y respeto por el medio ambiente.

Emprender en la ganadería

Un cambio radical es el que ha experimentado Lázaro Garay, quien dejó su trabajo de tiempo completo en construcción para dedicarse a su emprendimiento de ganadería en Juanilama de San Carlos.

Don Lázaro decidió empezar su negocio porque lo vio como un proyecto de mejora para sacar provecho de la tierra que posee y porque le gusta mucho el ganado. Cuando conoció sobre Fundecooperación, vio una oportunidad para echar andar su idea, le otorgaron un crédito con el que compró ganado para dedicar parte de su tiempo a la lechería.

“Nunca hubiera podido emprender mi propio negocio de no ser por el préstamo que me dio Fundecooperación, ya que no era sujeto de crédito en el sistema bancario tradicional, los bancos nunca me hubieran prestado el dinero y la verdad tampoco contaba con recursos propios para poder comprar el ganado”, afirma don Lázaro.

Don Lázaro tiene la ventaja de que la leche se la compra la asociación local, por lo que tiene asegurada su venta. Su objetivo es tener más ganado en el futuro para dedicarse al 100% a su negocio, además, espera volver a producir queso en algún momento.

Para este emprendedor sancarleño iniciar su propio negocio ha sido toda una aventura, ha atravesado momentos difíciles, pero dice estar feliz y motivado porque cuenta con apoyo y asesoría y porque le encanta la ganadería, “el poder trabajar la finca, me hace sentir bien y realizado”. Sin embargo, para él es vital ser muy organizado con las cuentas y llevar el control de todo, especialmente ahora que entró en vigencia el impuesto de valor agregado, “hay que estar al día para mantenerse competitivo”, dice.

Volver a la raíces

María Victoria Rojas es conocida por todos como doña Ney, es una productora Cabécar de la comunidad de El Progreso en Talamanca, que vivió muchos años fuera de su comunidad para dedicarse a formar una familia.

La vida le cambió completamente cuando quedó viuda hace 17 años, por lo que decidió volver a sus raíces e instalarse en la finca que heredó de sus padres. Era una época complicada para doña Ney porque se sentía sola, desmotivada e insegura, así que decidió empezar a integrarse en cursos y capacitaciones con instituciones públicas y Fundecooperación para aprender cosas nuevas y desde entonces no se ha detenido.

“Empecé con un proyecto de costura y de crianza de gallinas criollas y sembraba algunos productos para consumo propio, un día, en una de las capacitaciones a las que asistí me donaron unos materiales para cultivar cacao, y gracias a eso hoy tengo sembradas dos hectáreas de cacao criollo y media de cacao injertado, también tengo una parte de la finca sembrada de banano. En los últimos 4 años he recibido la asesoría y capacitación de Fundecooperación y eso me ha ayudado para pensar en hacer cosas nuevas, a producir de la mejor manera y aprovechar la tierra, además me ayuda a mantenerme motivada y activa”. comenta.

A pesar de tener 71 años doña Ney no descansa, dice que su vida es el campo, sembrar y cuidar sus animales. La variedad de cosas a las que dedica tiempo va desde el cultivo de la tierra, la costura, la repostería y hasta la cría de animales como gansos, gallinas y tilapias. Por su edad no todos los días son buenos para hacer lo que más le gusta, así que dice que cuando no puede atender sus cultivos, se dedica a coser y hacer repostería, porque quedarse en la casa sin hacer nada no es una opción para ella.

“Mantenerme ocupada hace que la vida sea más bonita, así siento que no me envejezco ni me enfermo tanto, así vivo llena y motivada. Yo quiero decirle a la gente que sí se puede salir adelante, aunque hayan muchas dificultades en el camino, que no pierdan la esperanza, ni la oportunidad de aprender cosas nuevas y apoyarse en instituciones como Fundecooperación, para alcanzar sus proyectos”, cuenta doña Ney.

Agricultura orgánica y con cosecha de agua

Toda una vida dedicada a la agricultura no ha sido suficiente para Sonia Gómez, a sus 54 años se mantiene activa, enamorada de la tierra y pensando en qué nuevos productos puede cultivar. Desde pequeña sus padres le enseñaron el amor por la agricultura y hoy se mantiene cultivando en una propiedad que le heredaron en Tierra Blanca de Cartago.

Hace doce años conoció sobre agricultura orgánica y se emocionó por las posibilidades que podría traerle innovar en un tipo de producción amigable, en la que pocos agricultores en esa época e incluso ahora, han apostado por hacer.

Cuenta que el proceso ha sido duro, cuando empezó a recibir capacitaciones sobre agricultura orgánica era la única mujer en medio de muchos hombres, además, las personas la criticaban y le decían que no iba a funcionar, hoy dice orgullosa que muchos otros agricultores le preguntan por los procesos para transformar su producción y le piden consejos.

Doña Sonia es parte de la Asociación de Agricultura Orgánica de la Zona Norte de Cartago, quienes han recibido apoyo de Fundecooperación para sus asociados y ahí se enteró que tenía la posibilidad de obtener un crédito que en los bancos le hubiera sido casi imposible obtener. En Fundecooperación le otorgaron un préstamo para construir una cosecha a agua en un invernadero.

“Con Fundecooperación todo fue muy eficiente, en 15 días me aprobaron el crédito y al mes ya tenía lista la cosecha de agua. Con este nuevo modelo de producción me ha ido muy bien y me estoy preparando para sembrar nuevas semillas y expandir la oferta de productos como tomate, chile, repollo y otros que son muy difíciles de cultivar a campo abierto, además, por mi modelo de negocio orgánico estoy muy feliz de poder aprovechar el agua de manera más eficiente”, afirma.

Doña Sonia cuenta que desde hace varios años tiene certificada su finca como orgánica, lo que la motiva a seguir produciendo de la manera más natural y con conciencia ecológica, y que agradece obtener la capacitación para implementar nuevas formas de producción amigable, ya que lograr la certificación es un proceso arduo que consiste en inspecciones para asegurar que la producción es natural.

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